Brillante estudiante, Elena se dedicó a las matemáticas, el griego, el latín y la teología, el estudio de las cosas sagradas que en ese momento incluía un sector mucho más amplio que el actual.
Las autoridades clericales, sin embargo, no querían que una mujer obtuviera el doctorado en teología – que entonces era una de las «asignaturas» más importantes – y por eso, gracias a la mediación de su padre, Elena obtuvo la oportunidad de licenciarse en Filosofía por la Cardenal Gregorio Barbarigo.
Después de sus estudios, Elena fue a Padua para enseñar matemáticas, pero murió a la edad de 38 años, debido a una enfermedad.
Cornaro no hizo un aporte particular al conocimiento, pero rompió un tabú centenario que durante años y años siguió oprimiendo la figura femenina.